Un acercamiento al pueblo Otomí

Por Acolhua

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Hoy en día los distintos grupos de origen indígena siguen siendo los olvidados y discriminados. Y es que el término indígena, como tal (o como se concibe hoy), es relativamente nuevo; hemos de identificar un parteaguas en la historia nacional, uno que ha permitido la integración y el reconocimiento a estos grupos sociales: la movilización del EZLN (Ejército Zapatista de Liberación Nacional). Antes de dicho movimiento la política gubernamental, con respecto a los grupos y pueblos indígenas, era la de tratar a estos como grupos marginados y económicamente desvalidos. Desde la década de los 40 se sientan las bases del Instituto Nacional Indigenista (fundado el 10 de noviembre de 1948) en sustitución del Departamento Autónomo de Asuntos Indígenas. (Korsbaek & Sámano-Rentería, 2007). Más tarde, en el 2003, se cambiaría a la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas que hasta la fecha lleva ese nombre.

Es importante tener en cuenta los ya mencionados aspectos históricos ya que, la necesidad de creación de institutos y reformas constitucionales que se ocupan de los temas indígenas, responde a las demandas de un sector social olvidado y que ha sido discriminado en el contexto de globalización y de neoliberalización.

A los indígenas se les ve en el día a día, forman parte del panorama cultural-social-económico, expresado en el ámbito local, regional e incluso Estatal; es, como diría la Dra. Silvia Mendoza M.[1]:

Históricamente, indígenas y mestizos han mantenido relaciones de producción expresadas en transacciones comerciales cuyo ejemplo más vívido es el tianguis. Otra relación social se expresa en las creencias religiosas, cuya ritualización marca el calendario ceremonial de católicos y no católicos. La celebración del día de muertos es ejemplo de ello” (Mendoza, 2014).

También podemos decir que la relación entre grupos indígenas y no indígenas consiste en la negación y la discriminación de uno (los no indígenas como los mestizos), sobre los otros (indígenas). Y es que actualmente en la sociedad mexicana (sin generalizar) la concepción del indígena o el indigenismo se relaciona estrechamente con lo inferior, con la miseria, la marginación y la pobreza. Actualmente podemos decir que los grupos dominantes mestizos, y máxime la pequeña élite en el poder social-económico-político, son los que se han encargado de hacer ver a los grupos indígenas como subculturas. Basándonos en el libro de Ely Chinoy: “La sociedad, Introducción a la Sociología”, tomemos a las subculturas como aquellos grupos inmersos en una cultura dominante, los cuales se oponen (sin salir de ella) a los preceptos de la cultura dominante. Digamos que es de esa forma en la que la concepción del indigenismo se ha construido socialmente: entes cuya cultura se opone a la cultura dominante, sin embargo no lo es así, al menos no en todos los casos; si nos quedáramos con esa postura negaríamos entonces el mestizaje del cual somos hijos.

Es importante entender que el indigenismo mexicano no se conforma por una sola etnia o grupo, se conforma por múltiples y diferentes grupos que varían en su cosmovisión, cultura y tradiciones dependiendo del entorno geográfico y la construcción histórica que ellos han hecho. La situación de muchos de ellos tiene raíces mucho muy arraigadas en los anales de la historia Nacional, a veces no oficial.

Raíces del pueblo Otomí

chiapas, la realidad

En el México antiguo, a lo largo de su territorio, entonces sin nombre, existían diversos grupos étnicos y culturales que habitaban el espacio geográfico de acuerdo a la fertilidad de las tierras y el fácil transporte de mercancías con otras civilizaciones. No todas las civilizaciones del México antiguo surgieron al mismo tiempo, en algunos casos unas fueron el resultado de la conglomeración de antiguas civilizaciones desaparecidas debido a sequias, erosión de los suelos fértiles, etcétera. En el caso de los Mexicas o Aztecas, hemos de decir que fue una de las últimas civilizaciones del antiguo territorio mexicano que, en su deseo por ampliar sus fronteras, exploró territorios lejanos sin habitantes; de algunos retomó elementos religiosos que son palpables; en algunos otros casos sometió a los pueblos aún existentes y sacaba de ellos el mayor provecho posible.

El lugar que tiene el pueblo Otomí, en este antaño contexto, ha sido interpretado dentro de un papel de sumisión y de poco aporte al desarrollo de las culturas mesoamericanas. Pasaríamos horas y horas buscando información fehaciente y bien corroborada sobre el papel y desarrollo de los otomíes en la historia prehispánica y en el presente. Sin embargo y, con la poca información que se tiene acerca de su historia, los historiadores afirman que dicha civilización ya tenía un lugar en el espacio-tiempo hacia el 5000 a.C., dicen que conviene partir del estudio del idioma otomí para entender más el lugar de este grupo étnico. Por las pruebas que se tiene en cuanto al idioma otomí se refiere, se dice que no hay un solo idioma otomí, hay cuatro: Otomí oriental, Otomí occidental, el otomí de Tilapa y el Otomí de Ixtenco.

Sin embargo, los historiadores han encontrado similitudes de entre los idiomas del Norte Mexicano y de Mesoamérica. Hay idiomas que son del Norte, como el chichimeco, que tienen similitudes con el otomí, entonces se deduce que pertenecían a una sola familia lingüística: la otopame, éste a su vez es descendiente de otro idioma antiguo que han llamado proto-otopame. Hacia 2500 a.C. se separan las familias proto-otopames y es ahí donde se encuentran similitudes entre las algunas de ellas y por ello no es coincidencia que varias de éstas estén cerca geográficamente. Posteriormente los historiadores concluyen que los antiguos otopames estuvieron en el centro de México desde 1200-600 a.C., y es así como también concluyen que los otopames formaban la base demográfica de los Valles de Toluca, el Mezquital y algunas partes de Morelos, Puebla y Tlaxcala.

Entonces hemos de resumir que el origen y/o raíces otomíes vienen de muy antaño y que, para su entendimiento, hay que remontarnos al estudio de los idiomas de origen proto-otopame y sus distintas ramificaciones. También hay que recalcar el hecho de que los antiguos otomíes no han sido bien ubicados en los libros de historia del México antiguo, tal vez por la poca información o por el temor de la historia a querer afirmar algo que puede ser móvil e inestable porque, hay que decirlo, la historia no es estática, siempre hay cosas en el pasado sin descifrar ni explicar.

Subgrupos otomíes

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La palabra Otomí es tomada por los pueblos otomíes como una palabra despectiva, sin embargo hay quienes señalan que la palabra Otomí, en ese mismo idioma, está compuesto así:

Otho = No poseer o poseer nada                     Mi = establecerse

Luego entonces se deduce que el significado aglutinado es “Pueblo errante”, aunque por otro lado hay quienes afirman que tomando el idioma náhuatl se obtiene lo siguiente:

Otocac = El que camina           Mitl = Flecha                Totomitl = Flechador de pájaro o aves

Y retomando los distintos significados obtenemos el significado de la palabra otomí, que sería: Cazadores que caminan cargando flechas.

La palabra Otomí es pues, considerada por los pueblos con dicho término, una palabra que resulta ofensiva y despectiva. ¿La razón? No se sabe a ciencia cierta pero se puede deducir que los antiguos Mexicas la ocupaban para referirse a ellos y posteriormente los cronistas novohispanos también la utilizarían más tarde.

Sin embargo, este grupo étnico tiene una forma propia de autodenominarse dependiendo de los cuatro subgrupos lingüísticos reconocidos:

  1. Ñatho 2. Ñähñu 3. Ñañho 4. N’yühü

Y cada subgrupo tiende a tener una región determinada:

  1. Ñatho: Toluca 2. Ñähñu: Valle del Mezquital Ñañho: Sur de Querétaro
  2. N’yühü: Sierra Madre Oriental (Otomíes de la Sierra Otomí-Tepehua en Hidalgo)

Cosmovisión

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Las tradiciones que contribuyen a la construcción de la cosmovisión en el mundo otomí no son muy variadas. Son incluso muy similares de una región a otra. Pero se puede decir que la gran mayoría coinciden en el hecho de la concepción de lo sacro y lo profano donde lo primero es concebido como lo divino y lo puro, en tanto que lo segundo es lo mundano, malo e impuro.

Los otomíes actuales y su cosmovisión son el resultado de años de interacción con costumbres, creencias e ideales religiosos que eran muy ajenos para los antiguos mesoamericanos. Son el resultado del sincretismo cultural que no deja de ser interesante para su estudio (en el campo estricto de las ciencias sociales), así como la comprensión de su qué hacer cotidiano en el sentido más orgánico posible. Y me refiero a que la religión (que engloba usos y costumbres) influye en demasía sobre la organización cívica de las comunidades otomíes, no sin dejar a un lado la influencia del entorno natural y geográfico; es, como diría Milton Santos en “La naturaleza del espacio”, una estrecha relación indisoluble entre los sistemas de objetos y los sistemas de acciones en donde unos no pueden existir sin los otros (Santos, 2000).

Por lo tanto se reafirma el hecho de que el entorno geográfico-natural influye en la cosmovisión otomí y traspasa al plano de la organización cívica-social (Questa Rebolledo & Urtilla Sarmiento, 2006). Encontramos, pues, rituales y celebraciones en el plano de lo familiar y de lo comunitario, y son estas actividades (además del idioma) las que forjan la identidad de los pueblos. Así mismo hay que mencionar que, dependiendo del lugar y/o región, serán los Santos Patronos a los que las distintas comunidades les rinden culto, es ahí donde vemos gran parte del mestizaje representado en el sincretismo religioso.

Como anécdota personal agrego que, cuando recién se llevó a cabo la prueba de una encuesta de apoyo para una investigación, llegamos con el equipo de trabajo a una casa de block de concreto situada en un amplio terreno a las faldas de un cerro que colinda con tres comunidades del Valle del Mezquital. En dicha casa nos recibió el jefe de familia y su esposa, al igual que su hijo de alrededor de 18 años, que se alistaba para acudir al COBAEH más próximo a Sabanillas. Se avanzó conforme al protocolo de la encuesta y, al llegar a la pregunta de rigor que pretende dar a conocer la ocupación del encuestado, el señor cuyo nombre no recuerdo[2], nos guió a la parte trasera de su domicilio en donde, entre calabazas recién cosechadas y demás trebejos, en el fondo se hallaba una hoguera a manera de estufa de leña donde el señor, que resultó ser un artesano, nos mostró el proceso de elaboración de las piezas de cera que conforman las escamadas. Las escamadas, nos explicaba el artesano, son un conjunto de piececillas elaboradas de cera derretida de diferentes colores, que, al enfriarse en agua fría y secarse a temperatura ambiente, son colocadas en las imágenes y altares de los santos patronos a los cuales se honre. «Esto, como ven, son mis tradiciones, mis costumbres, es mi artesanía, me la enseñó mi papá y a él su papá, es nuestra cultura.»(Sic)

“La vida cotidiana y la ritualidad de las comunidades otomíes se ordenan en torno a esta unión entre el ciclo agrícola —enfocado principalmente a la siembra de maíz de temporal— y el calendario ritual. Como se ha mencionado, este ciclo establece las fiestas de cada uno de los santos, las imágenes y los símbolos religiosos que protegen a cada comunidad” (Ibídem). Y es ahí donde hallamos aquella conexión ancestral que a pesar del sincretismo y el mestizaje, preserva sus orígenes prehispánicos y rituales. Es importante mencionar que para cada fiesta de cada Santo Patrono, la composición orgánica y cívica se ve fuertemente influida al delegarse la responsabilidad de los distintos elementos de la fiesta Patronal a las y los mayordomos de cada comunidad. Es, a riego de reiteración necia, una estrecha relación entre lo espiritual y lo social, lo natural y lo sobrenatural (López, 2004).

Estado actual de la etnia

Hay que decir que la etnia otomí ha sufrido varias adaptaciones a la realidad social en la que está inmersa, éstas están ligadas a la inclusión de dicho grupo social en el campo económico y laboral en las ciudades o en los Estados Unidos de América, por lo que habrá que deducir y dilucidar sobre las adaptaciones que los distintos elementos de la cultura otomí han sufrido. Es iniciativa de los profesores de primarias indígenas (inmersas dentro de la región otomí, en el caso del Valle del Mezquital) el hecho de incentivar a los alumnos a que escriban cuentos o adivinanzas en la lengua natural, el Himno Nacional Mexicano es enseñado y ejecutado en otomí (Alcántara, Carret Ríos , & Fierro Alonso, 2006).

La migración, debido a la falta de oportunidades en las regiones otomíes, con énfasis en las regiones del Valle del Mezquital, en Hidalgo, forma parte de un panorama desolador de una etnia que poco a poco se queda sin factores que reproduzcan su cultura.

La alimentación no está exenta de sufrir adaptaciones, pues en el Valle del Mezquital el clima es árido y es entonces donde el cambio climático es factor de modificación de la dieta otomí. Se consumen vegetales y frutas de huerto o compradas en el mercado, pulque, flor de garambullo e incluso insectos como los del Mezquite (Ibídem).

Mencionan Alcántara, Carret Ríos, y Fierro Alonso en “Otomíes del Valle del Mezquital” que también las fiestas se ven afectadas por la moda musical que se ha introducido en la sociedad en general y máxime en aquellos lugares, me refiero a la música grupera. Incluso uno puede darse cuenta que también la forma de vestir ya no es la tradicional, muchos han cambiado el pantalón y la camisa de manta por los jeans y los zapatos de uso común así como playeras.

Es ahí, para concluir, donde vemos que el estado actual del grupo otomí es un incansable deseo por preservar y realzar las tradiciones y constumbres elementales de un grupo que ha sido olvidado por la historia y por la política actual neoliberal y globalizante.

Este texto se publicó en la edición 4 de la revista Metascopios_

Referencias y trabajos citados

Alcántara, B. M., Carret Ríos , M. G., & Fierro Alonso, U. J. (2006). Otomíes del Valle del Mezquital. México: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

Espinoza Sauceda, G., Escalante Betancourt, Y., Gallegos Toussaint, X., López Bárcenas, F., & Zúñiga Balderas, A. (s.f.). Los Derechos Indígenas y la Reforma Constitucional en México. 107.

Indígenas, C. N. (s.f.). Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Obtenido de Atlas de los Pueblos Indígenas de México: http://www.cdi.gob.mx/index.php?option=com_wrapper&view=wrapper&Itemid=200027

Korsbaek, L., & Sámano-Rentería, M. Á. (2007). El indigenismo en México: antecedentes y actualidad. Ra Ximhai, 195-224.

López, G. B. (2004). Otomíes del Estado de México. México: Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

Mendoza, S. M. (2014). Indígenas y sociedad mexicana contemporánea. Garceta, 2-3.

Mexicana, A. (s.f.). Arqueología Mexicana. Obtenido de http://www.arqueomex.com/S2N3nLosOtomies73.html

Questa Rebolledo, A., & Urtilla Sarmiento, B. (2006). Otomíes del Norte del Estado de México y Sur de Querétaro. México D.F.: Comision Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

Santos, M. (2000). La naturaleza del Espacio. España: Ariel.

[1] Doctora en Antropología Social; profesora-investigadora del Área Académica de Sociología y Demografía, éste perteneciente al Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo.

[2] Debido a que en la encuesta no se pide el nombre del encuestado, me es imposible dar a conocer algún nombre al actor del cual narro. Sin embargo, en algunos casos sí se preguntaba el nombre al encuestado a efectos de establecer una relación cercana y de confianza.

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